No sé ustedes, pero personalmente yo he oído mucho de que en estos tiempos en crisis se debe valorar más las cosas significativas, como la familia, la salud, el amor y la solidaridad. Por otro lado, se presenta un panorama, de buscar culpables sobre la crisis que llevamos enfrentando, entre ellos el gobierno, algunos estados poderosos, etc.
Ahora si nos ponemos a pensar profundamente hay un gran cambio, un cambio negativo, de algo que somos nosotros responsables y los únicos que podemos actuar para mejorarlo, ¿no creen que hemos convertido nuestra sociedad en una cada vez más individualista y egoísta con los demás? Te puedes dar cuenta solo si te detienes a mirar un momento a tu alrededor, todos corren sin cesar de un lado a otro, sin importar lo que tengan al lado, compran en gran masa y desabastecen los mercados, reciben bonos aun cuando saben que hay familias que lo requieren más, critican todas las decisiones del gobierno desde su posición, nos faltamos el respeto desmedidamente a través de la redes sociales, nos preocupamos solo por nuestros intereses y actuamos irresponsablemente sin respetar la cuarentena, en el caso de las empresas preocupados solo por sus ganancias.
Tal vez pienses que Internet y las redes sociales nos han unido, es cierto, pero de una manera virtual, esto nos bloquea muchas capacidades de interacción con el resto.
Nos encontramos en un punto de inflexión, exacerbado por la pandemia. Esta experiencia colectiva debe servir para provocar una reflexión global sobre nuestro futuro y conducirnos hacia una sociedad del conocimiento, manteniendo siempre una perspectiva empática sobre las necesidades de todos.
“Aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla”. Esta anónima frase, atribuida, entre otros, a Napoleón Bonaparte, nos enseña que para prepararnos para el futuro es indispensable también mirar a nuestro pasado y tener presente las lecciones aprendidas.
Los problemas de una sociedad moderna no se encuentran ni en la política ni en la clase política, sino en su manera de llevarla a cabo, en el número y rol de agentes que participan en ella.
La situación que se nos presenta esta pandemia contiene una pérdida de confianza, añadida de una economía afectada, pero además existe un cuestionamiento de los actuales líderes políticos en todo el mundo.
Por lo expuesto, se debe considerar de manera vital el cambio organizacional implantando los procesos de aprendizaje que capaciten a la organización para adaptarse a las condiciones variables del medio, tanto interno como externo, siendo esta capacidad de adaptación lo que diferencia a las organizaciones exitosas de las que no lo son. El proceso de aprendizaje implica desaprender y modificar unas costumbres y formas de trabajar, para establecer unas nuevas. Por este motivo, implantar cambios en las organizaciones no es una labor sencilla. Cuanto mayor sea la magnitud del cambio y menor la disposición al mismo, más costoso va a resultar el proceso. Según la consultora HayGroup (2003), por su complejidad, para implantar un cambio organizacional necesitamos:
Estamos ante un cambio de paradigma social, tenemos ante nosotros la posibilidad de protagonizar una revolución pacífica, civilizada, que debiera empezar en la educación, algo que los ilustrados ya sabían en el siglo XVIII. Una formación para la ciudadanía, no para preparar elementos de la fuerza laboral. Un movimiento en el que los científicos e intelectuales, junto con otros líderes sociales, cobren verdadero protagonismo. Una corriente articulada por la racionalidad, pero que no olvide las necesidades de cada uno de sus miembros, construida sobre un conocimiento verdaderamente holístico, no sobre tecnicismos de hiperespecialistas, por muy necesarios que sean. Tenemos, pues, la oportunidad de crear un mejor mundo, un mundo racional, un mundo para las personas.
Mg. Jhandyra Flores Eguizabal