En los modernos años, es decir en la actualidad y con el llamado boom de las tecnologías de la comunicación (TIC), pareciera ponerse a la vista y la opinión de todos, que los jóvenes de estos tiempos se van alejando cada vez más de las lecturas, reemplazándolas por la variedad de usos que nos brinda la red Internet.
Porque si le preguntáramos a un adolescente o la juventud, ¿cuántas horas pasa en el día en Internet, en especial en las Redes Sociales?, nos sorprenderíamos. Y si le preguntáramos ¿cuántos libros ha leído en lo que va del año, también nos sorprenderíamos?
La lectura es una de las actividades humanas que nos permite desarrollarnos como personas. Por ello, debemos fomentarla desde que nuestros hijos(as), hermanos(as) o alumnos(as) están en ese proceso de aprendizaje y así lo hacemos en el Instituto Juan Bosco.
En ese sentido, podemos decir que leer forma nuestra sensibilidad y nuestro pensamiento a la vez que ofrece un material de incalculable valor para la reflexión moral y política. Por ejemplo, las tragedias clásicas, los dramas de Shakespeare, las novelas rusas, entre otros notables textos, elaboran un complejo retrato del alma humana, de sus inclinaciones y conflictos, así como plantea la posibilidad de examinar posibles cursos de acción, normas y formas de comportamiento concebidas como potencialmente virtuosas o viciosas.
De la misma forma, la lectura orienta nuestra capacidad de juzgar y forja nuestro carácter. Nos invita a explorar la densidad y complejidad de otras vidas y examinar otros modos de valorar la existencia. Nos permite comprender y cuestionar las decisiones de personas que tienen otras costumbres, profesan otros religiones o credos y abrigan otras aspiraciones para sus vidas.
Para Lerner (2001). Leer es adentrarse en otros universos posibles. Es investigar en la realidad para comprenderla mejor, es distanciarse del texto y asumir una postura crítica frente a lo que se dice y lo que se quiere decir, es sacar carta de ciudadanía en el universo de la cultura escrita. Las grandes obras alientan el desarrollo de la empatía, a la vez que promueven el discernimiento en torno a situaciones críticas de nuestra propia vida.
Frank Smith (1983) señala que la lectura ejercita la imaginación, provoca el interés y el aprendizaje por aspectos inexplorados, despierta la curiosidad y permite ampliar horizontes sin necesidad de moverse. Gracias a la lectura somos también capaces de aumentar nuestra capacidad de concentración y de abstracción. Como consecuencia de esto se puede asociar que gran parte de los niños y jóvenes estudiantes que leen con regularidad es fácil que obtengan buenos resultados académicos.
Del mismo modo, su facilidad a la hora de asimilar conceptos, retenerlos, y ser capaces de expresarlo les hace estar mejor preparados. Ni que decir aquellas personas que leen de un modo regular también disponen de un mayor vocabulario, una riqueza verbal más amplia además de que ortográficamente suelen cometer menos faltas. No obstante, gran porcentaje de jóvenes estudiantes no muestran interés en leer un libro y por lo tanto están destinados al fracaso educacional. Son alumnos con escaso vocabulario, con escasa atención y que, generalmente le es difícil expresarse o exponer sus ideas.
La mejor manera de activar en los pequeños y público estudiantil las ganas de leer es que ellos vean lo que se disfruta cuando se realiza esta actividad. Por ello, invito a los padres, docentes y entre otros a fomentar la lectura en todos los niveles, pues solo así saldremos de la ignorancia y pobreza mental.
Mg. Emerson Polino
Docente formador del IES Juan Bosco de Huánuco